Si voy a morir quiero ir a Chile, dijiste cuando te descubrieron la enfermedad con el nombre maldito. Por fortuna el cáncer se controló a tiempo y sigues vivo, a mi lado, necesario y amado. Y ahora tu añorado país es como un mal presagio que me impide soñarlo. ¿Iremos algún día? ¿Podré decir vayamos en vez de no lo nombren? Si en tus ojos están los recuerdos felices, esos son los que importan. ¡Que se cumpla el deseo de un momento inefable, que se llenen los huesos del olor de Atacama! Vamos.

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