“No andes descalza», le dijeron, y ella los miró horrorizada.
”¿Que no ande descalza?¡Están locos!, pensó . Si les hubiera hecho caso nunca hubiese recorrido los kilómetros que recorrió; ni pinchado y sangrado para después poder andar mejor .

Siguió a su amor a Cusco, pero la dejó tan herida y lloró tanto que sus ojos estuvieron siempre empañados, desbordados de agua. No pudo ver la ciudad, ni envolverse en la magia que sabía rondaba en Plaza de Armas. Necesita volver y armarse otra vez.

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