Nada me atrae de este lugar inhóspito y cruel al que llegué engañada. Echo de menos cuanto dejé atrás: mis padres, mis hermanos, mis amigos… y hasta el hambre que pasé , y todas las noches sueño que estoy en casa.

A veces pienso que mi madre sabe que no soy camarera. Nada me gustaría más que emprender el viaje de vuelta y a menudo lloro, debajo de cualquier hombre, al pensar que solo partiré cuando los medicamentos que calman los efectos de su horrible enfermedad ya no sean necesarios.

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