Pasé todo el viaje mirando por la ventanilla, intentando descubrir imágenes de un pasado que ya sólo existe en mis recuerdos. Ni siquiera la estación era la misma desde la que huí hace tanto tiempo. Caminé hasta nuestra casa con la cabeza baja, mirando al suelo, para no reconocer a nadie y tener que pararme a saludar. De pie, delante de la puerta, oí a padre llamarte a gritos, como entonces. Permanecí allí parado unos minutos. Después volví sobre mis pasos. Todavía no me sentía capaz de volver.
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