En una playa abandonada muy lejos del hogar jugaron a bañarse en aguas heladas, a respirar polvo y arena y a bailar al ritmo de canciones que jamás habían escuchado.

Debieron crecer, pero no lo hicieron.

Ponen los ojos en blanco pero, justo antes de girarse, una sonrisa se escapa entre sus labios. Si, ellas también se han olvidado un poco de crecer. En el fondo de sus gargantas se mueren de ganas de jugar con ellos.

Madurar no es divertido y ellas quieren ser felices. Casi tanto como ellos.

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