Hay noches nostálgicas que nos abaten y que nos provocan un intenso deseo de viajar. No hay lugar más codiciado que aquél al que nunca podremos volver.
Sin embargo, convendría saber rehuirlos; si no lo hacemos a tiempo los estaremos suspirando toda una vida.
Volví a mirar la foto.
Y sin querer, viajé.
Cómo anhelo esas vistas…
Están caladas de tus besos. Además, dicen que todavía se escucha por allí tu risa.
Y así, por un instante, tu ausencia se fugó.
Me enamoré de Madrid.
Pero primero, de ti.
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