En respuesta al devastador virus, el 15 de marzo de 2020 nos vimos obligados a guardar confinamiento residencial. No nos imaginamos que fuese a durar tanto. Nunca pensamos que ya nada volvería a ser igual.

                                   Canción: Maria Arnal & Marcel Bagés – A la vida

                                    

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   Había adquirido recientemente la costumbre de tomar té mirando por la ventana. Nunca antes lo había hecho. Quizás nunca antes había podido regalarme ese tiempo. Momentos para mí, de reflexión. Estaba exageradamente pensativa. Tenía motivos. Todos los teníamos.

Buscaba abstraerme del dolor pensando en el hombre que cada mañana coincidía conmigo en el metro. Camisas rarísimas, tejanos y maletín. Pendiente de aro. Cabello alborotado. Sonrisa perfecta. Siempre leyendo a los clásicos. Debía de ser profesor. O músico. O mejor, profesor de música. Tenía pinta de tener un gato. Creo que hijos no. No sé si novia o mujer. Cada mañana coincidíamos en el metro de las 7.40. Siempre de lunes a viernes, tercer vagón.

Nunca pasamos de saludos y sonrisas. La verdad es que yo había desarrollado un cierto interés en él que iba en aumento. Siempre lo observaba procurando ser discreta. Mis libros o mi música era mera tapadera del verdadero entretenimiento de mis trayectos. Pasé de imaginarme conversaciones banales a crear verdaderas escenas que perfectamente podrían guionizar la secuela del Diario de Noa.

En mi sillón favorito de la casa, cada sorbo de té sabía a arrepentimiento. Tanto tiempo compartiendo minutos y no me había atrevido a entablar una conversación real. O a darle mi número en un papel y huir. El caso es que me sorprendí a mí misma pensando toda la cuarentena en él. Mi Diario y mi madre fueron testigos de la promesa que me hice a mí misma de, cuando todo pasase, proponerle el tomar algo.

Me da vida

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   Poco a poco nos hemos acostumbrado a la nueva normalidad. La situación no es la panacea pero nos permite estar con los nuestros y tener cierta vida. Cada cual sigue su rutina como puede o le dejan. En mi caso he vuelto a coger el metro de las 7.40 cada mañana. No hay rastro de esa persona. Todos los días espero encontrarlo en nuestro vagón. Pienso en el motivo de su ausencia, en si le habrá pasado algo. Lamentablemente no tengo ningún dato sobre él para poder investigar. Ni siquiera sé en qué parada se sube.

Un lugar de Valencia

                                        

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   El Covid-19 mató, separó y/o rompió familias y parejas, dejó a muchos sin trabajo u hogar. Vació las calles. Repartió soledad. Quitó ilusiones. También nos hizo más fuertes. Nos dio otra perspectiva de la vida. Aprendimos a apreciar lo cotidiano. Valoramos el momento.

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