Por la calles de Santiago, caminando entre veredas, aparece un viejo sucio, arrastrando sus ojeras. Se pasea velozmente, por las calles sin salida, con un hálito de alcohol, que empaña las avenidas. Su mirada fija al suelo, su semblante depresivo, su cabello enmarañado y su corazón dormido. No se sabe lo que busca, lo que quiere, lo que hace, no se sabe lo que tiene, donde vive o donde yace. Simplemente caminando, pasa el tiempo día a día, esperando que la luna, lo conduzca a su alegría. Con la noche de cortina, llega a un puente y se arrodilla, prende un fuego en un tambor, y le mete a la bebida. Sea tinto o vino blanco, sea en caja o en botella, piscolita o un roncito, o sino una buena chela. Siempre toma acompañado, por tres perros inquilinos, que se acuestan a su lado y se vuelven gran abrigo. Cuando olvida su tristeza, grita y canta de alegría, pero esta se disipa, cuando nace un nuevo día. Cuando el sol está en lo alto, deja pronto su guarida, y se dirige a la basura, para aprovechar comida. Cuando encuentra algo decente, se lo entrega a sus perritos, y cuando ya están saciados, se preocupa de sí mismo. Con la guatita llena, reanima su camino, por las calles de Santiago, persiguiendo su destino. Se persigna en las Iglesias, y evita los retenes, jamás baja a los metros, pues le teme a los trenes. Él se sabe ignorado, despreciado por la gente, sabe que huele mal, pues no hay ducha en su puente. Sin embargo la esperanza, de encontrar una sonrisa, no la pierde ni con lluvia, y por eso es que camina. No busca oro ni riquezas, ni poder ni vanagloria, ni una mujer ni una familia, ni siquiera una victoria. Solo busca una persona, que lo haga sonreír, y poder sentir de nuevo, la alegría de vivir. Confía en que algún día, podrá ver esa sonrisa, sentirá gran alegría, y disminuirá su prisa. Pero hasta que eso pase, seguirá caminando, bebiendo por las noches, riendo y cantando. Seguirá siendo ese viejo, que camina por las calles, apestando a ropa sucia, sin reparar en los detalles. Seguirá siendo ese viejo, que con frío o con calor, buscará esa sonrisa, para poder sentir amor. Seguirá siendo ese viejo, que confía al despertar, que para conquistar la alegría, hay que ponerse a caminar. Seguirá siendo ese viejo, maloliente y desastrado, que arrastra su tristeza, por las calles de Santiago.

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