Parada en la Alameda soy parte de la difusión misma. La niebla arrasa, inhibe, inmoviliza; crea un estado de desenfoque propio del miedo de quien la esparce, como si su resultado fuese el reflejo de la propia desgracia del instigador. Su veneno se entierra en la activa conciencia de quien lucha por la claridad del espacio, por encontrarse y manifestarse como ser pleno y combatiente. Virus de la pasividad es provocado paulatinamente por el terror a la violencia injustificada, toxina que antes alimenta la rabia y contraataque del violado en el campo de batalla ahora es la materialización de la voluntad del reprimido al accionar revolucionario. Este regadío de artificialidades dañinas que ingerimos gratuitamente no posee antídoto alguno. No hay vuelta atrás.

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