Eran como perros, cachorros abandonados peleando por el territorio, los había observado antes de la cuarentena y solían apoyarse los unos a los otros, pero como siempre dicen:
«La necesidad tiene cara de hereje» Luis de Góngora –Dineros son calidad (1601).
Y cuando hay escasez no se permiten nuevos integrantes en la manada. Todos ellos ya lo sabían, pero no él. Cual principiante desdichado cometió el error de buscar ayuda donde solo están los que necesitan, tuvo la mala suerte de caer en la calle en medio de la crisis. Parece curioso, cómo en pleno malecón los que estaban mal antes, están hoy mejor que él, dándose el lujo de echarlo.
Malecón Santo Domingo, Avenida George Washington
La avenida estaba desolada, muchos establecimientos no esperaron ni un mes, al cumplirse el día treinta despidieron a aquellos que no eran indispensables, puesto que se imaginaban la crisis venidera, y no estaban dispuestos a perder de más.
…Entre esos desamparados empleados con sueldo mínimo, estaba él. Así que fue despedido sin consideración. Como el típico dominicano de clase pobre que vive con lo del día a día, se quedó en blanco. ¿Y con que podía contar? Si solemos aferrarnos a la idea de que ciertas cosas son temporales, que todo va a mejorar.
Pero ¡qué va! suficiente desdicha para aquel hombre que sin trabajo y con deudas es echado también por el casero. Allí al verse sin hogar, se quedó sin calle cuando al cabo de una semana vagando, también fue desechado por los otros indigentes de la casucha improvisada hecha de palma seca.
Casuchas improvisadas de indigentes en el Malecón
El abarrotado paraíso turístico que era recorrido por los extranjeros para dispersarse, siempre tranquilo y sereno, se había convertido en un árido y abandonado páramo de rayos UVA. Tenía 5 días sin comer, se había acostumbrado a deambular por la Avenida George Washington y recoger almendras, mientras era todo el día torturado. Si torturado, torturado en las mañanas por el hambre y la sed; torturado en las tardes por la soledad humana y la brutal provocación de las prostitutas de la bolita.
Parque Monumento Centro de los Heroes "La bolita del Mundo", Avenida George Washington
Pero aún peor, torturado en las noches por el confinamiento, el miedo… el frió. Estaba sumido en la inestabilidad. A las ocho de la noche, sonaba la sirena de los bomberos indicando el inicio del toque de queda, de ese modo sin techo ni calle, como perro asustado corría entre las rocas a buscar un refugio en los alrededores de la Playa Güibia.
Playa Güibia, Malecón Santo Domingo, Avenida George Washington
Soportó por mucho tiempo, pero se cansó, mirando su reflejo una mañana en las cálidas aguas del mar, sopesaba la reconfortante idea de saltar para dar fin a su desdicha. Sin embargo, no se reconoció y con identidad ninguna decidió sonreír, entregándose a una felicidad solamente conocida por los locos. Total, al final después de casi dos meses de sol, de miedo, de hambre… eso parecía, solo un loco más.
Así que rechazado y cansado decidió migrar hasta llegar a la Calle el Conde, donde deambuló por dos semanas, pero aunque la inclemencia del mar ya no lo maltrataba con la sal y el frío, el hambre llevó su aislamiento aun solo destino.
Calle el Conde, Ciudad Colonial, Santo Domingo
Ahora estaba en el Parque Enriquillo, su travesía lo había hecho llegar a la Avenida Juan Pablo Duarte, creyendo inocentemente que el comercio de la zona podría ampararlo. Pues escuchó en la radio de un transeúnte a un locutor decir que se acercaba la reapertura de comercios con las festividades del día de las madres. Se sintió tan feliz ese día, que del Parque Colón recogió una paloma y en la madrugada hizo festín.
Parque Colón, Calle el Conde, Ciudad Colonial, Santo Domingo
Al verse ahí, solo, reía, gritaba sin clemencia que no compartiría. Sin sal ni fuego, como un triste perro, solo dejó las plumas de aquella paloma atropellada…
Cinco días habían pasado desde aquella fiesta, estaba a solo 24 horas del fin del confinamiento. Pero el vómito y la diarrea ya habían acabado con su poca fuerza vital. Entre calenturas y alucinaciones, acostado debajo de una banca, yacía en el Parque Enriquillo, sonriendo sin fuerzas, balbuceando aquella canción de Braulio, mientras observaba a un proxeneta desmontar de la moto a la chica del servicio.
…Te vi bajar de un motoconcho…
…en la esquina de la Duarte con París…
…Privando en reina o emperatriz…
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…Ni respiramos en la Duarte con París…
Parque Enriquillo, Avenida Juan Pablo Duarte, Santo Domingo
… a las 2 de la tarde en la esquina Duarte con París, se citó con una dama y en sus ojos vió el reflejo del hombre que un día le habitó el cuerpo…. momento interrumpido cuando experimentaba una descarga de instinto con calambre entre las piernas.
Exhausto estaba, ante el éxtasis de ser hombre por última vez.
Quedó allí, bajo la misma banca, con el pantalón marcado por ese deseo que en su mente cumplió. Sin mover ningún músculo, solo exhaló el último aliento mientras entonaba en su mente aquella canción.
…Ay! Mujer de bronce, bronce dorado bajo este sol…
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