La crueldad despojada de vergüenza surgió bajo los efectos adictivos del bolero de Ravel. Madrugadas extensas y acuosas se fundieron para dejar escapar del teclado la actitud morbosa y cruel de un mimo que sonreía. Mi desnudez fue in crescendo ante el auditorio de rostros expectantes y desconocidos. Lo disfrutabas, tu mirada excitada lo revelaba. Con el ojo del huracán en mi cuerpo salí del aula y en el baño más cercano, mis manos ensangrentadas pusieron al manuscrito bajo el agua.

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