El susto llegó cuando se puso frente a todos, papel en mano, a leer su historia: un puñado de palabras que trazaban su vida a lo largo de tres párrafos bien concebidos. Al fondo del aula, el profesor, con la tez fiera y el talante rígido. Sus compañeros, levantando las manos con la palma hacia arriba, como elevándolo en un pedestal. Frente a él, ella, siempre de cuerpo presente. El recuerdo le crujía. Le dolía el susto. Tomó una bocanada de aire y liberó su pesar.

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