Aquel texto estaba escrito desde el sótano de su conciencia y su estructura se sostenìa con cimientos de algodón, hundidos sobre posos de color ámbar, azul celeste y un gris pedregoso.

Era un relato torpe, sin el valor de lo que significa un vuelco al corazón. Así fue como la fisonomía de sus palabras se volvió papel mojado, al primer contacto con lecturas de tez salada.

La marea de su mirada le cegó y aquella prosa resultó ser el reflejo de su vida, un trago eterno de líquido marino.

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