Desde mi uso de la razón, todo se basa en una vorágine de sensaciones. Unos sentimientos que se abalanzan en tropel desgastando continuamente mi mente. Siempre me pregunté, cómo subsanar este mal tan agotador. Cómo ser capaz de domar esta bestia tan ruda como es el sentir. Con el tiempo conseguí encontrar una solución. El lápiz fue mi látigo, el folio la jaula y las gafas mi uniforme. Y así, así fue como conseguí domar mis sentimientos.

Un taller que me abrió las puertas de la mente.

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