Navegando a través del caótico mar de la discordia, en el insumergible barco de la memoria, busco el archipiélago que detenga mi navío y me proteja del indeleble huracán del ayer. Oportunos islotes me advierten de la existencia de un paraíso único en su especie, capaz de redimir las penas y abolir el estatuto de una amargura sin rienda. Aquí, en el jauja de mi aflicción, no existe dolor ni pesar, sólo el recado que resuena una y otra vez: libra tus remordimientos… conviértelos en palabras.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS