Los hombres buscaban a Dios. Por ello, comenzaron a construir una torre que los llevara hasta Él.

El Todopoderoso restó importancia al asunto, seguro de que la obra se derrumbaría.

Sin embargo, poco tiempo después, al ver que crecía, se puso serio y, para detener la construcción, hizo que los hombres dejaran de entenderse.

Entonces, la humanidad transfirió su empeño en buscarlo, en enriquecer las lenguas de allí surgidas.

Y ese es, sin dudas, el origen de los talleres literarios.

A Dios gracias.

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