Mi padre dijo «amén» y las mariposas vistieron de azul. Algunas viejas que hasta el momento rezaban, salieron a soñar despiertas. Los pájaros se colgaron de las ovejas, creyeron que eran nubes y ellos viento. Los muertos dejaron de llamar y la realidad olvidó su enfermedad. Los caballitos, flacos, acarreadores de miseria, por primera vez galoparon. Todo era místico. Resplandecía. El agua se purificó de pronto. Como la noche. Mi padre dijo “amén”, no “amen”, todo fue cuestión de tilde. Nada más.

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