Cuatro p.m.

Cuarenta grados.

Unas mujeres finas, usan unos abanicos primorosos, otras, de los que dan en las bodas como souvenir.

El maestro llega impuntual y nos sonríe con cara de inocente.

Es un escritor reconocido y sabe fascinarnos.

Escupimos historias como si en eso nos fuera la vida.

El taller ha comenzado.

Mi pluma obedece.

El sudor empapa las frentes . Las mujeres finas lo secan con servilletas.

No estoy aquí, he ido al mar.

Un cuento nace, otro muere desangrado.

Aplausos .

Silencio.

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