Porque se lo habían pedido, previsiblemete, como conclusión del taller, se sentó largas horas: primero ante un cuaderno en blanco donde garabateó algunas ideas inconexas; segundo ante su computadora en blanco, donde sorpresivamente comenzó a sucederse el cuento; finalmente ante el último párrafo, ante el vertiginoso desenlace que todavía ni sospechaba.

Surgió de improviso, producto de la lógica del cuento -que cobraba vida- o del azar o de la imaginación -que son quizá la misma cosa-, el final.

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