Con la boca llena de ratones vivos y huevos. Desearía que naciera dentro de mí mientras lo engullo. Mis dientes son el masaje con el que todo ser fantasea. Nos colgamos de los brazos del costumbrismo, arropando así la figura de Jesucristo, tan suave y a la vez tan fría. No hay mejor salvador que quien se aferra a los salvados. Mi mano, la envenenada, las deja en libres hasta que los huevos eclosionen. Todas las serpientes se solapan en un mismo capítulo. Sintiendo algo más pegajoso que la vida.

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