“Queridos Carolina e Anxo, estraños tempos os que nos están a tocar vivir…” Con estas primeras líneas empiezo la postal que desde Galicia les escribo a mi hermano y a su novia que viven en Londres. Continuo diciéndoles que de este extraño tiempo que vivimos debemos de extraer lo positivo. Es momento de parar y pensar si compensa ir tan rápido, tanto que nos perdemos lo bueno de la vida, esos pequeños detalles, esas cosas que, por cotidianas, ni reparábamos en ellas, y ahora nos damos cuenta de que son lo que de verdad importa, por lo que merece la pena vivir; sentarse con unos amigos y la familia a la mesa, un abrazo, un apretón de manos, una caricia o un beso. O escribir una postal, no recuerdo la última vez que escribí una, tal vez nunca lo había hecho, y ahora estoy sentado a la mesa escribiendo varias. He estrenado un taco de postales olvidadas en un cajón del escritorio. Las puedes ilustrar tú mismo por el anverso; en la que envío a Blanca y a Pablo dibujo una ballena y la coloreo con acuarelas. En su reverso escribo que mientras queden ballenas hay esperanza. A Pau y a Javi un pangolín. Leí en algún sitio que por comer un pangolín comenzó todo esto del Corona virus, puede existir alguien tan cretino como para comerse un animal tan maravilloso, me pregunto, pues sí, el ser humano. 
A Lucía y a Edu, confinados en Lavapiés, y abrumados con tanta información falsa, les digo que la única certeza es que todo esto vino de China, y digo yo que, con la de cosas bonitas que hay en China, en lugar de un virus, bien nos podían haber enviado un oso panda, gigante, como el que les he dibujado.
En la que le envío a Alejandra dibujo un tritón, como el que vi ayer paseando por casa de papá en un estanque. Hacía siglos que no veía un tritón, pensé que habían desaparecido, y en realidad siempre estuvieron ahí, solo era necesario pararse, asomarse al estanque y mirar.

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