Lo bueno de estar encerrado

Lo bueno de estar encerrado

Martin Ariel

01/05/2020

Lo bueno de estar encerrado es que nos damos cuenta de todo, los detalles cobran una importancia inusitada. De pronto al barajar los días, las cosas importantes dejan de serlo, y el más mínimo recoveco de simpleza cobra el dolor de la pérdida más atroz. Juan «Pepe» Gómez Osorno, era un tipo complejo, raro, estudioso, y bastante inútil en términos generales. 

Era un placer para él sentarse en cualquier lugar, y hablar con el primero que pasara sobre sus ideas elevadas de la vida. Sentía que lo suyo era la materia asombrosa, lo inexplicable, la maravilla y lo rebuscado. Hacía cuanto curso encontraba sobre psicología, filosofía, sociología, astrología, tarot, amor propio y liderazgo, entre otros. Él, en el fondo, quería conocer gente que descubra su grandeza. Y lo ejecutaba, pero con poquísima fortuna, que él entendía como avatares de los que están destinados a lo magno. Su verdad no era pública claramente, ya que Pepe era un excelso maestro para ocultarlo, su inevitable y tangible cualidad. Tenía un ingenio bárbaro para no dejar ver el misterio de su inteligencia.

Sin embargo, un día se encontró aislado, y se prometió elevarse más que nunca. La dicha de una meta que estaba en su momento cúlmine. El gran obstáculo no difería del que tenía sin aislamiento por cuarentena. El virus que circulaba por el mundo, le hacía ver que su espectacularidad tenía igual valía en espacios cerrados como abiertos. Así fue que por primera vez en su vida de soltero de 40 años, tuvo que verse como era, aunque la forma lo impactó tanto como sólo el COVID-19 podía hacerlo.

Se había sentado frente al ordenador, y estaba resuelto a escribir su mejor obra, la primera. Conocía que no era común que esto suceda al intento inicial, pero ya tenía varios escritos breves que lo hacían sentir orgulloso, guardados en un pendrive que no sabía bien dónde estaba. Ni bien abrió el documento en blanco, supo que era su día, el ideal buscado de su imagen. Lamentablemente un dolor lo trajo al presente, era su vientre, era su recto y era el pescado de ayer, sacado del congelador y comido con imprudencia.   

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