Desperté esa mañana oyendo lejano el ruido de unos señores políticos dando explicaciones, entonces supe que hoy seria ayer y mañana, otro día que dormir para soñar. Cogí el móvil sin mirarlo, chorreaba mensajes. Un último chiste del señor de las cejas grandes y del otro que anda, que anda que…
Me reí sin ganas y los reenvié automáticamente pensando que unos segundos de sonrisa bien valía un pequeño gesto por mi parte. No sé si podré llegar a mitad de mes, no sé que será de nosotros y mientras mis pensamientos se ennegrecían mi Facebook topaba quijotescamente con las Iglesias políticas y los monasterios vacíos de España. Reí ante la última ocurrencia, pero justo antes de caer en las redes de lo cotidiano, tuve un último y apropiado pensamiento: “Mientras nosotros hacemos chistes de los políticos, son los políticos los que se ríen de nosotros.
7iete
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