Esta preciosa mañana salí al balcón
creí que eran las doce o la una
y en los difíciles tiempos que corren
lo consideré un gran madrugón.
Estiré con gusto, los brazos hacia arriba
pero me pilló bostezando una vecina
los bajé enseguida cerrando la boca
me giré y el de enfrente se sacó un moco.
Asqueada tras ver, petróleo ajeno
arrugué la cara y desvié la mirada
observé el césped, la vía del tren
y el señor del bajo se rascó su abdomen.
Entonces ya frustrada, contemplé las nubes
no oí nada, sólo el canto de las aves
me relajé callada, examinando el cielo
no obstante, el silencio se rompió con un pedo.
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