–           Yo creo que esto está pasando porque habéis ofendido a algún dios. Los dioses aunque sean menores o estén devaluados tienen mucho poder y muy mala leche. No se puede uno creer el Dios del mambo o algo así, como decís vosotros, porque los de verdad se cabrean y os mandan a esos dioses minúsculos y cornudos que son capaces de haceros la vida imposible. Pueden con todo vuestro complejo de superioridad y vuestra ciencia y vuestra prepotencia y os dan de repente una real hostia que os deja en la mierda. Se hace justicia social al fin. Aunque los de abajo van a sufrir más, vosotros, los de arriba, los de siempre por una vez estáis mordiendo el polvo de la historia. Tenéis miedo y estáis escondidos en vuestras casas como las ratas. No habéis aprendido nada de las otras veces que ha pasado. Os creéis invencibles, inmortales, inviolables, en la cima de todo. Han empezado con los más débiles, los viejos, los enfermos y acabarán con todos o al menos con vuestras formas de vida actuales. Pura selección natural, solo que los que quedéis no volveréis a ser los mismos. Ese dios minúsculo os ha robado la vida, la confianza, la esperanza y ha hecho que tengáis miedo hasta de vuestras propias manos. Seréis ajenos a los otros, los temeréis y los alejaréis como apestados del siglo XXI. Vuestros dioses paganos como la ciencia, la democracia, la economía de mercado, el hedonismo, Internet, la seguridad, todos serán borrados de la faz de la tierra y quedaréis como Adán y Eva, desnudos y con el reto de reinventar la vida sobre la Tierra.

    El que me acaba de colocar esta diatriba es Solón, no el sabio ateniense, sino mi perro labrador que me acompaña en el confinamiento estas últimas cuatro semanas. Con dos copas encima se pone así de estupendo. La culpa es mía por ponerle ese nombre y por pagarle el máster de Estudios avanzados en Antropología Social y Cultural de la Complu.

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