El día de ayer pase por el parque, ese que solía atravesar cada vez que deseaba ir a la biblioteca o el centro comercial ; o cuando debía ir al banco a cancelar algunos deberes . Ese parque que antes se llenaba de risas, personas, colores por los globos flotantes y maracas inflables o los vendedores de comestibles, estos últimos suspicazmente pasaban por el área de juegos, buscando hacer que los padres vaciaran sus bolsillos intentando calmar el clamor de los niños, esos que pedían a gritos la figura de Bob esponja y el rayo McQueen, o una paleta con palomitas; ese que tenía una pareja de ancianos caminando por la acera o sentados en la banca, platicando sobre lo que ha pasado en el día, ese mismo parque estaba solo, ni siquiera las palomas que lo llenaban buscando un poco de las sobras de comida se salvaron de esta contingencia, pero, al mismo tiempo me regalo otra perspectiva, la de la calma y el valor ; el valor a momentos vividos, esos recuerdos que enriquecen el alma y que seguramente seguiré enriqueciendo, porque intento hacer todo lo posible para que las salidas sean pocas y muy cortas, para seguir aprovechando la vida , la que no nos dábamos cuenta que se estaba acabando haciendo de ella una monotonía; la de básicamente salir de casa, ir al trabajo o la escuela y volver a casa, ojalá que al terminar este mal trago le demos el verdadero valor a nuestras vidas, ese que le permite a algunos pocos despertar y volver a la cama con la misma cálida y radiante sonrisa, al final solo nos queda lo que en verdad tiene valor, la vida misma, esa que en estos momentos de adversidad se ve mucho más que frágil.
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