Salgo al balcón a
aplaudir como cada día a las 21. Pero hoy soy la única. De fondo, a
lo lejos, se escuchan leves murmullos de aplausos que se los lleva el
viento, como si no hubieran existido. Mis aplausos resuenan sordos en
la inmensidad vacía de la ciudad, como un único ruido que se alza
en protesta de tanto silencio. A los minutos suavemente empiezan a
llegar los aplausos, tímidos, avergonzados, pero están ahí
acompañándome, nos elevamos juntos por unos instantes hasta que
vuelven a callarse. Y otra vez soy la única, pero sé que los médicos me oyeron. En frente a mi ventana una chica joven con barbijo y traje de médico me saluda a la distancia; contenta del apoyo que cada día les brindamos, aunque sea solo con un gesto. 

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS