Ni él puede salir

Sonó la alarma del reloj puntal, a las 03:00 pm. Se levantó fue al baño, se lavó la cara, los dientes, salió para el ropero y se puso ropa liviana. Bajo las escalares, con algo de dificultad, de su enorme casa, en la planta de abajo lo esperaba el desayuno listo que estaba en la mesa del comedor, se sentó como pudo, la noche fue complicada, en una de las sillas.

Endulzó el café, tomó una de las tostadas que estaban dentro de la bandeja y le colocó una montaña de dulce de frutilla. Mientras comía y bebía el café prendió la televisión y ahí se enteró.

Un virus ataca al mundo entero, decía el titular de uno de los programas más visto en esa franja horaria.

¿Cómo un virus?, se interrogó mientras tomaba el teléfono que estaba en la otro punta del comedor. Realizó un par de llamadas y nadie le supo dar más información. “Justo a mí no me van a decir nada”, exclamó algo enojado.

Terminó rápido el desayuno y se fue a su estudio. Se sentó, prendió los ocho monitores y sus computadoras que tiene frente al sillón, habilitó las dos líneas de teléfonos. Habló con su empleado y le dijo que no iba a salir hoy, que se quede tranquilo en la casa y le aclaró que no salga para nada. Le recordó que tiene 78 años y es persona de riesgo.

Llegando la noche se levantó del sillón, fue al baño y se duchó. Mientras recorría su pelo con el agua pensó en alguna solución. Algo que sea rápido y llegue al mayor número de personas posibles.

Se volvió acomodar en su estudio, algo resignado abrió una de sus botellas de vinos que tiene en la mesa que da contra la ventana. Esa ventana que supo ser la vidriera del inicio de varias de sus aventuras.

Ya entrando en el relajó del alcohol supo que esa noche él no va a salir, que mañana tampoco y por varios días más, Batman descansará.