Recuerda el sabor nocturno en la mañana plomiza del invierno,

recuerda el escritorio blanco y los amenazantes escalímetros.

No olvides en esta niebla que parasitas un cuerpo extraño,

un escueto terreno plagado de piel muerta y avenidas.

Recuerda su vieja alquimia de montañas y desechos,

los aburridos paseos familiares y las tardes de domingo.

Tras el visillo te espera el indeseable canto de los pájaros

que habrás de recorrer en la mañana.

Te espera la sonrisa muda y el frágil teatro de los locos,

y aquel aire de burbuja con olor a sarro y coeficientes.

Buscarás de nuevo una salida bajo el polvo,

un toque de color en los rincones,

una nutritiva mota en las aristas,

y con la falsa esperanza de los niños

volverás a la laguna, al redil y al pasatiempo.

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