Otro día más encerrada en esas cuatro paredes. 

Allí donde las palabras tranquilizadoras de su familia no llegan, donde sus esfuerzos por decirle que todo está bien y vendrán días mejores son en vano.

Parecía que acabaría antes de que se diera cuenta, o eso dijeron todos. El médico, su madre, ese amigo al que llamaba todos los días…

Todo frases de ánimo y con las mejores intenciones. Pero era algo que nadie podía prever, algo para lo que no la prepararon.

Cómo echaba de menos la libertad, poder vivir ajena a ese mundo que habían traído a su casa sin aviso.

Pero lo que ella quisiera no importaba, porque la enfermedad no entiende de sentimientos.

¿La cuarentena? Poco cambia tu vida cuando cargas con tu propia celda allá donde vas. 

Cuando la esquizofrenia lleva tiempo durmiendo a los pies de tu cama.

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