Volveré en unas horas

Volveré en unas horas

Gonzalo Rivera

05/04/2020

«El encierro nos hará bien»- suspiró Ana mientras veía resignadamente a Horacio.

– “Parece una película de terror.”- dijo Horacio mientras movía la cabeza en negativa y una mueca amarga se dibujaba en su cara.

– “Parece, ¿cierto? “- contestó Ana.

El matrimonio había vivido en la calle Juárez desde hacía siete años, tenían dos hijos y un perro, un auto y una hipoteca; cosas normales. Pero aquella noticia los obligaría a salir de su rutina; de su tranquila “normalidad”.
Los primeros días de encierro transcurrieron sin novedades. Los chicos no podían ir al colegio así es que Ana y Horacio habían planeado una serie de actividades para ellos. Ya saben, menos televisión y un poco más de actividades de aprendizaje.

Horacio tuvo que quedarse a trabajar desde casa y Ana no pudo asistir a sus clases de cocina que tanto amaba, pero tras diez años de matrimonio estaban demasiado acoplados el uno al otro. La maquinaría de la rutina y la costumbre estaba tan bien engrasada que cualquier cambio de régimen se podía implementar a la familia sin complicaciones. Al menos así fue las primeras dos semanas.

El Lunes de la tercer semana de encierro, Ana despertó notablemente triste.

“¿Todo bien?”- preguntó Horacio sentado en la orilla de la cama observándola sobre su hombro.

-“Todo bien…”- le contestó Ana como dudando.

Aquel día Ana se dio cuenta de que, por mucho que amaba a Horacio y a los niños, necesitaba no verlos por unas horas. Habló francamente con él y Horacio pareció entender.

El plan era simple porque durante un día a la semana, se tomarían turnos para salir al bosque a caminar cada uno por su cuenta unas horas.

Ana se despidió de los niños y de Horacio “Volveré en unas horas”- había dicho al salir.

Ana abrió la puerta y un hombre vestido de blanco la tomó del brazo ligeramente. Su tacto pareció regresarla a otra realidad.

“Un poco de aire fresco nos hará bien- dijo el hombre tiernamente mientras la acompañaba por el extenso jardín de la clínica psiquiátrica Belmont. “Volveré en una horas…”- repetía Ana.

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