Junio. Ocurrió en la fiesta de fin de curso, en Osaka. El botellón concentraba a más de una treintena de “patas y hormonas” en los alrededores del centro comercial. Las voces iban subiendo a medida que el sake iba bajando en un trasiego de coca-cola, patatas fritas y canutos. «¿Macron, no habéis invitado a más?» «¡selfie- selfie!» «¡Truuuppp, ponte detrás de Ángela, tío!» «ese 5G seguro que es chino» «¡Me aburro!» «¡Boris, por qué no te piras!».

     El dueño de una tienda de ropa chilló desde el pórtico acristalado «gamberros, ¿no tenéis mejor cosa que hacer?», y Putin “el alfeñique”, que tenía respuesta para todo «¿¡Qué mejor que un botellón contra el calentamiento global!?», se agarró de la entrepierna dando un codazo cómplice a su amigo Bolsonaro. A escasos metros, Salman, un tipo con bastidor y mantel de cuadros a la cabeza, agitaba un pequeño tubo de ensayo entre los dedos «lo hará el que saque la más corta, Ángela supongo que puedes abstenerte», y el resto reía, y Ángela se retiró el flequillo y miró al tipo del bastidor y le regaló un susurro «¿te arremangarás el vestido?», y el resto estalló en carcajadas. La voz de Boris sonaba entre gutural y un “era evidente” «Trump y Jinping, os ha tocado…». Separado del grupo, un tipo de nombre Mauricio con cara de lagarto, daba un trago a la botella mientras le explicaba a una farola «…¿sabés?, la última vez que se montó el numerito hubo un buen quilombo…¡boludos de mierda!». El dúo “Jinpitrump” estaba preparado: esparció el contenido del tubo de ensayo sobre los primeros que pasaron. El mismo dúo levantó los brazos en señal de triunfo y el resto empezó a silbar, aplaudir, cantar…«¡la pasma, tíos, yo me abro!» «¡Macron, despierta, levanta las posaderas!», Boris salió corriendo adelantando al grupo que había sido fumigado, los otros diecinueve escaparían en dirección poco claras, y yo sigo sin rumbo y sin quitarme ese sonsonete de la cabeza «en la fiesta del SARS, en la fiesta del SARS…».

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