Día uno. En el principio había ruido y creó Él el vacío y las tinieblas. Y dividió cielo y tierra. Y en los cielos creó colmenas y bajo la tierra, los infiernos donde hacinó a los pobres para cuidar de sus colmenas.

Día dos. Llegó el Gran Éxodo y las calles y parques se llenaron de silencio. La oscuridad cubrió las risas de los niños y los viejos dejaron de contar cuentos. Y Él sonrió, pues sus ovejas eran muchas.

Día tres. Y la tierra estaba en orden. Y creó Él la corriente de miedo que se deslizó por cada colmena. Y solas llegaron las murallas invisibles de un metro de ancho. Y salieron afilados dedos acusadores de ventana frente a ventana, de frontera contra frontera. Y sonrió, pues sus ovejas se habían convertido en soldados. Y vio que esto era bueno.

Día cuatro. Entonces dijo Él: escoged a los más fuertes. Viejos y enfermos murieron solos y abonaron con sus cuerpos putrefactos los campos sin sembrar. Y Él sonrió, pues todas sus ovejas eran sanas.

Día cinco. Él vio que la oscuridad era buena. Y creó el Gran Ojo para que cada soldado vigilara a otro soldado. Y sonrió, pues sus ovejas tenían miedo.

Día seis. Y quiso Él poner a prueba a sus ovejas. Y creó de nuevo la calles y los parques. Y vio que las colmenas seguían cerradas y el infierno ardiendo. Y sonrió, pues sus ovejas eran mansas.

Día siete. El día siete aún no ha llegado. Y Él no descansará.

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