Te echo de menos

Cojo tu foto de la estantería, junto a la cama y la beso. Un ritual que repito cada mañana nada más levantarme.

Es una estancia amplia, espartana en su decoración, con algunos muebles que yo me ha traído y otros pocos que ya había aquí.

Al saltar de la cama (lo de saltar es un eufemismo), me he lavado a conciencia, he hecho la cama y recogido la habitación. Sin esperar ayuda. Hoy no voy a esperar el desayuno.

Me pongo mi mejor camisa, los pantalones negros, los zapatos lustrados, el cinturón y los gemelos que me regalaste. La chaqueta la he dejado en el armario hasta el último momento, cuando vaya a salir. Un toque de colonia fresca por aquello de la coquetería.

He decidido no respetar la cuarentena. Si tu estuvieras aquí sería otra cosa.

Después de que te fueras quise quedarme solo en casa. Los chicos se oponían, pero yo me encontraba sano y lúcido. El jardín, el banco de carpintero mis maquetas…todo me tendría que procurar entretenimiento. Además, ellos vendrían muy a menudo.

Solo. Ya lo habíamos hablado: nada de ser una carga para ellos.

Tan solo les acepté la pequeña ayuda de una señora, que venía martes y jueves, para hacerme comida y limpiar la casa.

Hasta que un martes, al llegar, me encontró raro.

Después del ictus tuve que acceder a venir aquí, a la Residencia. Ya no podía estar solo, por temor a que me repitiera.

Me visitan siempre que pueden; ellos tienen su propia vida. Ahora, con la Pandemia ni eso.

Nos vemos por Skype muy a menudo.

Llevo mucho tiempo pensándolo: Sobro. Y tampoco tengo ganas de tirar para adelante.

Hoy he decidido unirme a todos mis compañeros enfermos. Están confinados en un ala del edificio, tan solo esperando la muerte. Apenas hay esperanza para ellos.

Al menor descuido de los cuidadores me uniré a ellos. Por eso me he vestido con mis mejores galas.

Nos vemos pronto, querida.

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