Yo acuso al sistema económico impuesto, fuente de toda pandemia, desigualdad e inequidad.
Acuso a la industria farmacéutica, por su fanatismo capitalista y su anticuerpo humanitario.
Acuso a las redes sociales por su información infame, monstruosa, en la cual el ciudadano desprotegido “labra el imperecedero monumento de su torpe audacia”
Acuso a los tres peritos clericales: al padre al hijo y al espíritu santo y a su santa iglesia que abunda en vanas oraciones.
Acuso al Banco Vaticano que ahora en la hora de nuestra muerte, rentabiliza pandemias y amortiza muertos.
Acuso a los gobiernos por haber arruinado la salud pública, precarizado la vida, profundizado la zanja que divide a pobres y ricos.
Acuso a los países dominantes por hacerse cómplices de todo mal, de todo virus.
Y por último acuso a los medios de comunicación, “por sus campañas abominables para cubrir su falta, extraviando a la opinión pública”
“En cuanto a las personas a quienes acuso,… Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia”
“Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente”
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