Tal vez podamos sacar algo en claro de un domingo de lluvia. Tal vez nos sea útil para re-rumiar viejas poesías que algún día se cayeron en ese pequeño espacio de vida que existe entre el armario y la pared. Leer las anotaciones que hicimos en el obsceno e íntimo acto que supone subrayar un verso, solo para darnos cuenta de que las mismas palabras han tomado un matiz diferente, como hervidas al tiempo, dejando que se impregnen del sabor de los años.

Las gotas resbalan por la ventana, dibujando imágenes o mejor dicho, permitiéndote dibujar imágenes que tú querías traer de vuelta pero sin encontrar la excusa para hacerlo. Esa misma ventana es una puerta abierta a la vereda que años atrás te fue privada. Miras la poesía de nuevo y el primer verso, pastoso entre los dientes, pide auxilio encerrado entre dos paréntesis. Las gotas siguen cayendo pero no aguantas más este encierro autoimpuesto así que agarras la gabardina y el sombrero y te dejas caer sobre la acera para emprender el rumbo.

No sabes en que momento lo has hecho, pero llevas guardado el verso en el bolsillo, protegiéndolo con mimo entre tus dedos. Decides, sin meditarlo demasiado, quitarte los zapatos y andar pisando charcos, que suave y que rugoso es el asfalto. Te refugias un segundo bajo una marquesina, lo justo para sacar el verso de su escondrijo.

Volaban viejas palomas entre los nuevos aplausos,

Recuerdas, sintiéndote un abuelo, el fervor con el que el pueblo se unió para combatir contra un enemigo microscópico. La comparación te hace gracia, sonríes. El hecho es que esos aplausos aparentemente inofensivos, esos conciertos públicos entre vecinos, esos retos que amenizaban las esperas… Eran bocanadas de oxígeno para un país muy poco acostumbrado a vivir entre paredes. No éramos conscientes de nuestra propia fuerza, meditas recordando las cartas de ánimo que los niños escribían a los pacientes y el empuje y el coraje de los sanitarios. Realmente, no éramos conscientes de nuestra propia fuerza.

Vuelves a poner a salvo el verso y sales a dejar que el agua te empape.

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