Y entonces ocurrió: todos fuimos convocados, en cada rincón del mundo, indistinta la raza, insuficiente la clase social, sin exclusión religiosa.

La oportunidad del trono estaba disponible para todos ahí afuera, pero nadie quiso salir… Todos observamos a través del frío vidrio de la ventana, lo sabíamos, y era una decisión global; al unísono nos negamos a portar la corona.

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