Hasta la tragedia puede ser material para el humor. Y cuánto mejor que así sea. La muerte es menos dramática. La enfermedad. El divorcio. El chisme. Pero vayamos a ponernos un poquito serio. Esta cuarentena nos volvió más sociables pero con aquellos que conviven a diario. ¿Es fácil pedir por favor a mi hermano para que me pase la toalla que me olvidé? ¿Es habitual agradecer por la comida del almuerzo que cada día tenemos para comer hecha por alguien, a menudo vuestra madre? ¿Es necesario ayudar con la limpieza cuando estamos en el mismo lugar sin que nadie nos lo pida? La cuarentena social y obligatoria nos puso de un plumazo en el lugar del que habíamos escapado por la economía: empatía, respeto, sociabilidad, cuidado y responsabilidad. Así de una. Una imposición absolutamente milagrosa a esta altura del mundo, del capitalismo, del individualismo y de la iniquidad. Asumo que somos parte de algo maravilloso que gobierna con absoluta sabiduría. Gracias por no olvidarnos de la ruindad en que empezábamos a morir.

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