Frustrante no es la sensación de que conozco de memoria cada rincón, cada mancha y cada grieta de la casa, no es frustrante sentarme a leer en el jardín por horas en mi completa soledad porque me duele la vista de tanta televisión, frustrante no es el antojo matutino de una ensalada de frutas que ya no hay en la nevera, frustrante es comerme la cabeza por las noches pensando en las fronteras que nos separan, fronteras que solo puedo cruzar virtualmente haciendo una y otra vez la misma pregunta «¿están bien?» recibiendo siempre la misma respuesta «sí, pequeña no te preocupes», pensando si al cortar la llamada realmente lo están o es que solo no quieren preocuparme.

Ya pinté, ya escribí, ya leí todo lo que mis manos y mis ojos me permitieron, pero seguiré buscando un espacio más que pintar y una historia más para inventar con la certeza de que si logro sucumbir mis deseos de salir al mundo unos días más pronto podré verlos y sentir esos besos en persona, al fin y al cabo mi vida que va a toda velocidad por fin puede frenar y disfrutar de ese jardín que poco he visitado en los últimos meses, decorar la habitación como había planeado hace tiempo y darle un respiro a mis emociones porque ahora sé que se me pasan los días volando sin disfrutar de un atardecer en la ventana ni pasar más tiempo con mi reflejo al que ahora conozco un poquito más, porque charlamos ya de todo para por fin estar en paz. Y sin querer se arreglaron cosas que no creía rotas pero lo estaban y sin querer se arregla el mundo de a poquito.

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