Yo, soy un virus que no pretendía hacer daño, pero me aburría y no hacía más que maquinar cual sería mi próximo asalto.

Vivir a expensas de un murciélago fue bueno mientras duró, pero los virus tenemos vida propia y esperaba el momento idóneo para salir de nuevo a la palestra.

Mi gran ocasión fue reproducirme en esos gigantescos mercados asiáticos recluido dentro de animales muertos expuestos en unas condiciones higiénicas deplorables que fueron el perfecto caldo de cultivo para campar a mis anchas hasta encontrar otro huésped susceptible donde poder expresar mi autoridad de manera inesperada.

Comencé entonces a expandirme exponencialmente sobre todo en personas de edad avanzada. Mi progreso imparable puso a prueba la logística emocional del humano creando una gran hecatombe sanitaria y fracturando el equilibrio de estas sociedades capitalistas aparentemente inquebrantables.

Tras ser atajado en Asia, viajé asintomático hacia Europa sembrando el caos al no poder detener mi escalada.

Me cargué de un plumazo a cientos de ancianos frágiles donde mi victoria estaba asegurada sin luchar en exceso en el campo de batalla.

Conseguí noquear un sistema sanitario acomodado viendo cómo el humano debía salir de su zona de confort y cómo su resiliencia y capacidad de trabajo conjunto eran sus máximas para eliminarme.

Mi propósito era hacerles entender que nada está bajo control y que debían recuperar la confianza en ellos mismos potenciando los valores humanos perdidos de su » sociedad del bienestar».

En poco tiempo frenarán mi pandemia puesto que su arrojo y profesionalidad no tienen límites. Pero si consigo que hagan un trabajo de reflexión colectiva acerca del punto evolutivo en el que se encuentran, me daré por satisfecho.

Nunca hay seguridades absolutas y han de reconocer con humildad su gran vulnerabilidad sintiéndose dignos por implicarse tod@s en un proyecto común que les llevará a nuevos planteamientos éticamente más «humanos» que ya tenían fugas que no se estaban acotando.

Al final me recordarán como «aquel imprevisto» que les hizo recapacitar sobre su propia naturaleza para mejorarla de forma imperecedera.

Sólo así podrán salvarse a sí mismos y la corona del éxito estará asegurada.


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