En el planeta Covid no salía el sol, reinaba una oscuridad sepulcral y hacía mucho frío. Los covidianos eran unos seres invisibles de forma redondeada y llenos de púas. Su maldad era infinita. Eso les hacía felices.Un día el rey Corona decidió reunir a su ejército para hablar con ellos:

—Vamos a declarar la guerra al planeta Tierra. En breve emprenderéis el viaje.

—¿Por qué Señor? No nos han hecho nada—dijo extrañado uno de sus miembros.

—Están continuamente en guerra unos con otros. Les guste acaparar dinero, se han vuelto muy egoístas y no valoran las pequeñas cosas de la vida: una sonrisa, un abrazo, una charla trivial con los amigos, un paseo por el campo. Los dirigentes tienen ansias de poder, el consumismo ha ido en aumento, las relaciones sociales se rompen, las familias se desunen. Les daremos su merecido.

El ejército emprendió un largo viaje hacia la tierra. El primer destino fue China. Su modo de ataque era simplemente emprender un vuelo y posarse sobre ellos. Ellos no podían ser vistos, pero su contacto era mortal.

—¿Habéis visto? Ya hay muchos infectados, e incluso muertos. No pueden luchar contra nosotros. Son tan débiles.

—Sí. No pueden combatirnos.

Al mes siguiente fueron a Italia y continuaron con su táctica.

—Hablan de nosotros a todas horas, en la radio, la tele. Somos famosos.

—Eso es. Y ahora se recluyen en sus casas. La falta de libertad es su mayor castigo.

Poco después fueron a España. Estos seres iban triunfando por dónde iban.

Pero unas semanas  después su ataque parecía menos efectivo. La gente empezó a salir a la calle, aunque manteniendo las distancias. Poco a poco volvieron a sus actividades.  Las carreteras se llenaban de vehículos; el corazón del mundo volvía a latir. Los enfermos se recuperaban y dejó de haber fallecidos.

Los españoles descubrieron una nueva medicina.

El ejército de covidianos se alejó. Habían sido derrotados.

—Su espíritu combativo nos ha vencido. Pero seguro que han aprendido una lección.

—Dejémosles vivir tranquilos. Tienen que recuperar el tiempo perdido.

Y un sol brillante cubrió de nuevo el horizonte. Era primavera.

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