Hoy estoy aquí en cuarentena como un simple espectador ante la crisis mundial que estamos viviendo. Una pandemia o enfermedad infecciosa azota a todos los seres humanos que habitan la tierra. 

Sé que por mi edad y mis limitaciones no puedo estar al frente de batalla como quisiera, pero me conformo siendo útil a mis semejantes con la palabra escrita, señalando a la amenaza y advirtiendo sobre el miedo.

Esta crisis representa un acontecimiento vital estresante y como tal es una amenaza. El no saber o no poder afrontarla conspira contra nosotros y ante la incertidumbre de no saber qué hacer, solo nos queda sentir miedo.

Sentir miedo es normal ante la crisis que estamos viviendo, porque nos prepara para huir o luchar ante el peligro que amenaza nuestra integridad física y/o psíquica, a nuestro entorno familiar, social y medio ambiente en el cual vivimos.

Huir es una alternativa válida, porque nos aleja del peligro, pero nos deja indefenso ante el adversario. Continuar huyendo sin aprender a defendernos ante esta o futuras crisis corremos mayores riesgos de padecer de lo que tratamos de escapar.

Luchar es mantenerse de pie ante el enemigo dispuesto a no aceptar la derrota. Es aprender cómo afrontar la crisis usando todos los recursos naturales y aprendidos para combatir y derrotar al adversario.

Los recursos naturales que poseemos en el organismo nos defienden ante la amenaza, enciende la alarma ante el peligro, vierte en la sangre todo lo necesario para mantenernos en pie de lucha, resiste a más no poder los embates de la crisis, pero si la amenaza no da tregua; es necesario el aislamiento para evitar el agotamiento de nuestras defensas naturales.

Aislarse no es huir, es colocar una barrera de protección. Conocer al enemigo y su forma de atacar es indispensable para combatirlo. Atender las indicaciones es usar la razón para afrontarlo. Entrar en pánico es peor que la enfermedad misma.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS