Seis días confinada, y me subo por las paredes, y para colmo llaman a la puerta « ¿será el coronavirus?» me río, pero bien mirado no tiene tanta gracia. Arrastro por el pasillo las zapatillas peludas de Lucio y un montón de pelusas que no conocía de nada. « Lucio». Todavía me trabo al pronunciar su nombre, el muy cretino se marchó una mañana a por tabaco y le detuvieron por camello, ¡con ese nombre! Me gustaba llamarle Luci para hacerle rabiar. Él siempre se enfadaba porque decía que sonaba a marca de detergente. Miro a través de la mirilla. No logro verle la cara pero es obvio que se le ve la pluma a distancia. Un sonido estridente «Un paquete», retrocedo con cuidado sobre mis pasos: «¡la cigüeña, maldita zorra!».

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