Abres el cajón de la mesilla

y suena un murmullo de nana,

un vaivén recogido,

mar, mar, mar…

una ráfaga de sal y tabaco

salpica la superficie calma,

como seda desatada.

Tus dedos bucean en los rincones

atrapando sellos en el horizonte de madera.

Y sin previo aviso se desata la tempestad.

Tu mano es ahora un navío a la deriva.

La luz de una linterna te orienta

en la tormenta de fotografías.

Y alcanzas una carpeta terrosa

como islote que emerge de las profundidades,

y te sientas en el silencio

contemplando olas de sobres y clips

que se arrastran y brillan en la orilla.

Sonríes.

Hoy todo es posible.

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