¿Hay algo romántico en un reloj roto? Bien sabemos que dos veces al día dará bien la hora, unos días después de que el aislamiento empezara, ese reloj solía decirme cuanto faltaba para ir a trabajar, o si el supermercado de abajo estaba abierto.
Ahora, sin pilas, no sé qué hora es y apenas se el día en el que estamos. Trabajar de casa es mas asfixiante que ir a la oficina, y mi gato se sigue preguntando cuando me iré de su casa. ¡Cuando le explico que yo estaba antes que él, no me entiende!
“Mientes, mientes”, me grita todo el tiempo. Como si quisiera decirme algo o acusarme. «Vete, vete»
A veces me siento en el balcón y observó como la cuidad se vacía cada vez más, le cuento a mi gato sobre mi romance no correspondido con el cartero, sobre como Eliza se comía mi tupper en la oficina y como Edwin solía traerme café por las mañanas.
Pero el me vuelve a observar desde arriba de la heladera, me gruñe y me pide que me vaya. ¡Pero yo vivo aquí!
Aunque realmente, las manchas de sangre que están debajo del reloj me están haciendo dudar de que este sin pilas. Creo que golpee muy fuerte a la anciana que vivía aquí, aún quedan gotas en la alfombra.
“¿Qué has hecho? ¡Vete, vete!” Volvió a gritarme el gato, pero su voz ya no se escuchaba enojada, mas bien… asustada y desgarrada.
Dicen que este virus mata a la gente mayor, seguro eso fue lo que paso.
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