Introspección

Nos creíamos perfectos. Seres insuperables, dueños de títulos intergalácticos avalados por años de perfeccionamiento. Superiores a las generaciones que vienen y a las que están sobre nosotros. Aplaudimos la globalización, nos llenamos de influencers sabelotodo con dos clics y donamos a la iglesia o guardamos en cajas de cartón las enciclopedias de antaño. Nos adelantamos a las respuestas que nos debiera dar la vida y citamos investigaciones fantasmas a cuanta interrogante nos plantean con tal de no perder credibilidad. Manejamos a los medios y viceversa. Desafiamos a la naturaleza, jugamos con sus recursos y nos enfrentamos al mundo animal minimizando toda clase de poder que pudiera tener sobre nosotros. Evolucionamos y revolucionamos.

Y de tanto rogar que pararan el mundo para poder bajarnos, tropezamos con nuestra propia piedra: hoy más que nunca queremos que se vuelva a mover. Porque nos estancamos. Y nos perdimos físicamente. Y nos distanciamos. Y lloramos esa distancia que tantas veces rogamos tener. Y nos contradecimos. Y empezamos a apreciar lo banal. Y extrañamos la cotidianidad y nos cuestionamos la normalidad. Y nos hundimos. Y parece que no lo sabíamos todo. Y nos damos cuenta que somos humanos, seres vulnerables, que el reino animal es más inteligente no tan solo a la hora de cazar, que con la naturaleza y su comportamiento no se juega. Y con la ciencia, menos.

Y tuvimos que volver al punto de partida. A que nos vuelvan a enseñar a lavarnos las manos porque parece que toda la vida lo hemos hecho mal. Y esa mala práctica se la enseñamos al que vino después. Y al que siguió. Y al que siguió. Y el cliché «mi vida está en tus manos» dejó de ser cliché y se convirtió en una realidad. Y volvimos a depender del otro y recordamos que la individualidad puede quedar a un lado. Y se nos achicó el corazón de angustia, se nos revolvió el estómago de miedo, nos dolió la cabeza de cansancio. Le rogamos al resto que se cuide por nuestro propio bien. «Lo esencial es invisible a los ojos» cobra más sentido que nunca.