La pequeña del
segundo aparenta ser feliz. Con sus padres generosos, su diminuto
balcón y sus ganas de alegría -que plasma constantemente en su
pequeño tambor-, intentan todos los días esquivar su realidad;
buscando, mirando arriba, hacia los pisos mas altos, donde la luz, generosa, no cuesta tanto llegar.
Subiendo en el
edificio la abuelita del tercero con su batín floreado, su pelo lacio
y canoso, transmite serenidad. En los ojos se le ve que ya ha
cumplido los 80 y con ellos la experiencia le aporta tranquilidad,
restando miedo a su vida.
Y arriba del
edificio, en mi refugio privado con la pequeña terraza que comparte
mi tristeza, me asomo a ver los balcones, a ver las vidas ajenas …
y al constatar que la abuela tiene mirada serena, y al percibir a la
niña, dando golpes de esperanza con su pequeño tambor, voy
reduciendo temores, ganando con ello vida.
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