Encima de las estrellas del océano…

Encima de las estrellas del océano…

Landa

19/03/2020

Voy a ser clara y directa, porque creo que estas serán mis últimas palabras, no creo que podamos continuar sobreviviendo, no después de haber perdido a mi padre, quien resguarda la puerta de nuestro alojamiento peleándose con todos afuera, pero, no se escuchan más sus gritos, mi madre se encuentra toda lastimada, sangre por todas partes dentro de nuestro camarote, toda esta sangre es de ella, ya no se mueve, dejó su cuerpo apoyado sobre la puerta de entrada. Mi hermanito de cuatro años, está en mis brazos, pero no deja de soltar espuma de su boca y de temblar todo su cuerpito, sus ojitos están en blanco y escucho su corazón latir con mucha rapidez, al ritmo de su respiración.

Era el primer viaje en familia después de la reconciliación de mis padres, al pasar tres años separados, porque mi padre decía: “ese niño no es mío, es molesto, grita, llora y no puedo dormir para ir a trabajar mañana, ni tampoco puedo mirar los partidos en la televisión que yo compre”. Todas esas palabras eran dirigidas a mi hermanito de un añito, que injustamente apareció en el peor momento de mi familia.

Pero después de tres años, un sábado para ser más acertada, mi padre apareció en casa, nos trajo miles de regalos, entre ellos, había unos pasajes en un crucero, para los cuatros, Mi madre; Valentina. Mi padre; Darío. Mi hermanito; Lautaro, aunque todos lo llamábamos “Latu”. Y bueno después estoy yo, Karen María, pero mi madre me dice Karnia.

El crucero es el Diamond Princess, y nos embarcamos, el domingo diecinueve de enero, de este año. Y teníamos que llegar al puerto de Tokio, el tres de febrero, pero no sucedió así. El primero de febrero, llegamos a la ciudad de Okinawa y subieron muchos hombres vestidos de blanco, con muchos hombres armados y vestidos como soldados, nos ordenaron; «que nos quedáramos dentro del barco, que nadie podía salir, que estábamos en cuarentena por culpa de un virus mortal que se dispersa rápidamente por el mundo». El capitán ordenó cerrar las compuertas y el caos comenzó…

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