William Correa, ese viejo gruñon, terco y cascarrabias. Su nieto Marco pendia entre la vida y la muerte desde hace mas de tres meses en el hospital de Valencia, y él qué habia hecho?; aferrarse a la sensual botella, su segundo amor. En su mano ron Superior, gasolina de avion, como decia Marco, no era lo mejor, pero servia para los fines de William; ahogar su dolor en las amargas olas del alcohol.

Oh, sí solo su difunta Sarah pudiese verlo, entre sus arrugas se podia leer la tristeza, el enojo, el abandono que habia sufrido todos estos años, no era ya más el hombre fuerte e imponente que alguna vez conocio al amor de su vida. Todavia conservaba ese cuerpo amplio y su potente voz, pero eso era todo, era un cascaron, marchito, como las hojas de esos altos arboles que le daban sombra a toda la calle.

Estaba solo, la calle habia quedado tan vacia como su casa, no habia ni un alma, y es que desde hace meses Ciudad Union se habia convertido un pueblito fantasma. La crisis que habia golpeado a Venezuela convulsiono al país entero, mientras unos pocos despojaban el cadaver de un estado fallido otros buscaban como sobrevivir la tragedia, ya fuese luchando las cada vez mas desesperantes peripecias del dia a dia o huyendo de estas. Esta ultima opcion habia sido la preferida de muchos jovenes, casi toda una generacion habia iniciado un exodo que se disponia a llenar al mundo con venezolanos.

Huir, esa fue la desicion que su hija tomo hace mucho, cuando dejo a Marco al cuidado de Sarah y de él. Huir, esa fue la desicion que él mismo tomó cuando la muerte vino a visitar a su Sarah. Solo hace unos años habia muerto su madre, William sabia que ella no iba a ser eterna, y aun así un dolor que nunca habia sentido se habia apoderado de él, pero pudo sobrellevarlo… luego murio Sarah, y fue más, mucho más de lo que pudo soportar.

Si, era un cascaron, pero no uno vacio, sino uno lleno de recuerdos, de ausencias y fantasmas. Todavia recordaba cuando le propuso matrimonio a Sarah, habia sido en este mismo dia, pero en otro año, parecia ya otra vida, muy distante ya. Fue en medio de una arboleda, las hojas caducas bailaban en la brisa el dia que juraron amarse hasta que la muerte los separase, y los enamorados bailaban junto con estas. Si, habia sido otra vida, ahora la brisa soplaba de nuevo antes del ocaso, hojas cayendo de lo alto, bailoteando a su alrededor, y un soplido de su vieja vida de la cual tanto habia intentado escapar vino a él junto con estas, sus manos temblaron, estrellando la botella contra el piso, pronto William se entrego al recuerdo de su primer amor, y con este, a todo su dolor.

Era otoño, el otoño del país, el otoño de su vida.

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