Cuanto más viejos somos, más de pueblo nos hacemos. Y eso que hace décadas que nadie vive en ellos.

Aún recuerdo cuando aprobaron la ley de urbes y comenzaron las obras para convertir todos los pueblos en centros comerciales, obligándonos a emigrar y consiguiendo que los jóvenes ya ni sepan qué es un pueblo.

Y eso que habrán escuchado cientos de batallitas nuestras acerca de aquellos maravillosos lugares donde nos criamos, pero les sonarán a prehistoria. ¡Seguro que piensan que íbamos con taparrabos y jugábamos con piedras y palos! Uy, espera, esto sí que era así.

Pero la verdadera cuestión es que ellos serán los nuevos viejos y son todos de ciudad. Se les nota en la mirada, siempre hacia el suelo con el móvil de por medio; y en las aficiones, porque ya no van de paseo pero sí de running; ni quieren bajar a jugar pero sí subir a la luna.

De hecho, dentro de unos días comenzarán los primeros viajes al espacio, pero solo unos pocos podrán permitírselo, así que se encontrarán tan solos ahí arriba como nosotros aquí abajo.

Al principio todo será muy bonito, pero al tiempo verás como se aburren y empiezan a utilizar los cráteres como las sillas que nos bajamos a la puerta de casa durante las noches de verano. Y volverán a tener tiempo para pensar, pasear, explorar… para hacer nada mientras lo haces todo, lo mismo que ir al parque a comer pipas, pero mucho más lejos.

Y hablando de comida, cuando se les acaben las barritas tendrán que plantar sus propios huertos, hasta tendrán que hablar entre ellos cuando las barritas que se acaben sean las de la batería. Y allí arriba no tendrán gravedad, así que se pasarán el día dando brincos, verás cuando encuentren agua y descubran lo de saltar en los charcos.

Al final el tiempo pone cada cosa en su lugar, así que terminarán montando un pueblo en la luna y consiguiendo que cambie el continente pero no el contenido: cuanto más viejos sean, más lunáticos se harán.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS